HermanadeThelma dice: y te gusta?
Thelma dice: si
HermanadeThelma dice: cómo es?
Thelma dice: me encanta su onda, es medio cheto
HermanadeThelma dice: uh, justo que ahora estabas medio hippona vos
Y es así amigas, amigos, estas cosas pasan.
No es que yo sea camaleónica ni que me adapte a la onda del señor en cuestión. No, es que una va mutando, vió? Lenta e imperceptiblemente. Me creció el pelo, se me hicieron ondas. Me relajé, entonces, en vez de pasarme la planchita como una frenética, dejé ser a mi pelo, y se ondeó. Lo acepto así ahora, y hasta me gusta. Me florecieron anillos en todos los dedos de mis manos, me hice fanática de los aros largos y con piedritas (que también quedan mejor con el pelo largo). Me calzo las zapatillas, en cuanto termina mi día laboral en el que ando todo el tiempo en zapatos. Fluyo. Si eso me hace ver más hippona, ma si.
Pero la vida siempre nos propone nuevos desafíos, para no decir que se nos caga de risa, que queda ordinario. Por qué?
De un tiempo a esta parte me vengo transformando en una suerte de experta en sms, mis amigas me llaman para consultarme qué, cómo, y hasta la hora exacta en que conviene responder ese mensaje que les envió tal o cual especímen. He convertido el messenger en el medio de comunicación elegido, por práctico, globalizador, economizador (banda ancha), moderno, rápido, ágil (no sigo porque parezco una promotora). Y justo cuando llego a este punto de total y placentero aprovechamiento de la tecnología actual, aparece un tipo que me cuenta que odia los mensajes de celular, al punto de no responderlos; que no le va en absoluto el msn y que prefiere un llamado telefónico o un encuentro real.
- Bueno- dirán uds. - tampoco es tan grave. - Depende - contestaré yo. Yo, para quien la palabra "espera" no existe en su léxico; yo, que aún a sabiendas, sigo enviandole mensajes que nunca responde; yo, que vengo diciendo hace cinco días: hoy es la última oportunidad que le doy, si no me llama, fué; y ya van cinco oportunidades que vienen siendo la última. Yo, casi no me reconozco.
La vida me engañó y no encuentro mi propio manual de instrucciones
No es que yo sea camaleónica ni que me adapte a la onda del señor en cuestión. No, es que una va mutando, vió? Lenta e imperceptiblemente. Me creció el pelo, se me hicieron ondas. Me relajé, entonces, en vez de pasarme la planchita como una frenética, dejé ser a mi pelo, y se ondeó. Lo acepto así ahora, y hasta me gusta. Me florecieron anillos en todos los dedos de mis manos, me hice fanática de los aros largos y con piedritas (que también quedan mejor con el pelo largo). Me calzo las zapatillas, en cuanto termina mi día laboral en el que ando todo el tiempo en zapatos. Fluyo. Si eso me hace ver más hippona, ma si.
Pero la vida siempre nos propone nuevos desafíos, para no decir que se nos caga de risa, que queda ordinario. Por qué?
De un tiempo a esta parte me vengo transformando en una suerte de experta en sms, mis amigas me llaman para consultarme qué, cómo, y hasta la hora exacta en que conviene responder ese mensaje que les envió tal o cual especímen. He convertido el messenger en el medio de comunicación elegido, por práctico, globalizador, economizador (banda ancha), moderno, rápido, ágil (no sigo porque parezco una promotora). Y justo cuando llego a este punto de total y placentero aprovechamiento de la tecnología actual, aparece un tipo que me cuenta que odia los mensajes de celular, al punto de no responderlos; que no le va en absoluto el msn y que prefiere un llamado telefónico o un encuentro real.
- Bueno- dirán uds. - tampoco es tan grave. - Depende - contestaré yo. Yo, para quien la palabra "espera" no existe en su léxico; yo, que aún a sabiendas, sigo enviandole mensajes que nunca responde; yo, que vengo diciendo hace cinco días: hoy es la última oportunidad que le doy, si no me llama, fué; y ya van cinco oportunidades que vienen siendo la última. Yo, casi no me reconozco.
La vida me engañó y no encuentro mi propio manual de instrucciones
